Una zapatería muy peculiar
Por
ahí existe la letra de una canción que dice “con zapatos de tacón las nenas se ven mejor, que con zapatos de piso”,
más bien eso debería considerarse en cuestión de comodidad e incluso de salud
que en asuntos de vanidad, de estética. Lo cierto es que la mayoría de
las mujeres son adictas a este tipo de calzado.
Desde
pequeñas cuando comienzan a dar sus primeros pasos, algunos de los objetos que suelen tomar de las mamás son los referentes a la belleza, aretes, collares, cosméticos, prendas de
vestir y, por supuesto, los zapatos.
Es como si las féminas nacieran con un chip integrado que las hace inclinarse
por estos accesorios, porque saben que fueron hechos para ellas.
En
el caso de que las pequeñas mujercitas
del hogar tomen “prestado” los
artículos de sus progenitoras, tal vez de una tía, prima, o alguna otra dama
mayor que ya utilice las famosas zapatillas,
para jugar y sentir lo que es ser una adulta, puede ser peligroso, pues por
mucho que quieran y consientan a la infante, el hecho de que alguien tome sus pertenencias,
y sobre todo, tratándose del calzado favorito, podría desatar el enojo de la propietaria.
Los zapatos de tacón alto se han convertido
en una especie de fetiche, de adoración, objeto de envidias, de peleas y rebatinga cuando hay ofertas y son
las únicas zapatillas de tal o cual marca, color, modelo.
Pero,
¿a qué se debe tal devoción por un par de zapatillas? Al parecer unos centímetros más del suelo las hace sentirse más sensuales, femeninas,
sexys, por lo mismo más bellas,
estiliza su figura, un poco más de altura de la natural hace que las piernas se
vean más alargadas. Cuando una mujer lleva puestos tacones altos atrae las miradas, no sólo de los
caballeros, y eso lo saben, quizá por eso los adoran.
La relación entre las mujeres y los tacones
puede ser de amor-odio, pues por un
lado les encanta lucirlos, pero por
otro los maldicen, algunas porque no son capaces de dominarlos y caminar con ellos adecuadamente, pero
eso al final parece que es lo de menos, aún así los soportan, sólo porque se ven lindos, no importa si es cansado
traerlos o si les lastiman.
Podrán
tener muchos zapatos en el armario, incluso del mismo color, pero las mujeres jamás estarán satisfechas pues
el argumento es que si bien son de una tonalidad similar siempre tienen un
detalle que los distingue, además de que deben
tener diferentes estilos para toda ocasión.
¿Se
atreverán a cubrirse los pies con un calzado
con forma de plátano, de perro, de pato, de resbaladilla? Todo es posible,
tal vez con la idea de que serían las
únicas que tendrían un diseño exclusivo, podrían hacerlo.
El diseñador israelí Kobi Levi creó una colección de zapatos de tacón alto fuera de lo común. Con gran imaginación
y originalidad convirtió las
zapatillas en objetos de la vida
cotidiana, en animales, y también en
un par de celebridades.
Levi
transformó los tacones en auténticas esculturas
que adquieren la forma de cisnes, toboganes,
violines, resorteras, uno que parece que se le ha adherido un chicle, Madonna, Olivia, sí la de Popeye, la Malvada Reina que le hace la vida de
cuadritos a Blancanieves.
Diseños cómicos, ridículos, extraños, quizá útiles, extravagantes, que podríamos pensar que fueron un encargo de Lady Gaga.
El
trabajo de Levi es artesanal, ya que todo es hecho a mano. Accesorios que forman parte de la indumentaria bien podrían
ser esculturas dignas de ser expuestas
en una galería de arte.
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