Los pasajeros de atrás
Si hay algo que pulula en las grandes ciudades son los taxis. Este
medio de transporte es muy solicitado, sobre todo, para llegar más rápido a
nuestro destino [también para evitarse los apretujones de los camiones o el
Metro, siempre hay que cuidar la proximidad].
El destino es muy raro: cuando necesitas uno con urgencia, todos están
ocupados, cuando no lo ocupas, ves pasar muchos que están libres, hasta se
detienen enfrente de ti o te echan las luces para darte el servicio.
Una vez que estás sentado dentro de él y que le diste la dirección al
taxista para que te lleve viene la parte social o antisocial. Si te gusta
platicar, igual y abres la charla con algún suceso cotidiano o retomas la
noticia que pasa en el radio, lo mismo aplica del chofer hacia ti.
Hay a quienes no les gusta platicar y vienen enfrascados en sus asuntos,
utilizando el teléfono celular o viendo el camino que los llevará al destino. Sociabilizar
puede ser un acto natural o antinatural según la personalidad de cada individuo.
En ocasiones, unos cuantos minutos con un extraño o extraña son suficientes
para entablar una amistad o por lo menos una relación de trabajo donde el
taxista pasa a determinada hora por el cliente en algún lugar. Esos son los
logros de las personas que inspiran y otorgan confianza, ese bien humano.
¿Cuántas personas al día, a la semana, al mes y al año transportará un
taxista? Seguramente son miles. La convivencia con otros es una rutina diaria
que requiere de una buena actitud y tolerancia, requisitos que pocas veces
tienen.
Es probable que además de las refacciones que necesita un taxi por su
uso, uno de los accesorios que más se gasta sea el asiento de atrás por tanta
gente de diferentes pesos y tamaños que se sienta ahí.
En el asiento trasero deben suceder muchas cosas. Si hablara, contaría
vastas historias que ni un guionista podría plasmar. Amores, desamores,
alumbramientos, heridos, risas, enojos, llantos, peleas.
Esa fue una inquietud del taxista Mike Harvey, quien decidió desde el
2010 pedir permiso a sus pasajeros, una vez que pagaron y antes de que se
bajaran del taxi, de tomarles una fotografía.
Harvey sólo trabajó el taxi por cuatro años, lo suficiente para darse
cuenta que en ese pequeño espacio de atrás sucedían muchas cosas. Conversó con
cientos de personas que le contaron sus historias profesionales y personales.
Así es como nace su proyecto fotográfico bajo el consentimiento verbal
de los pasajeros para publicar sus imágenes. “La intención de mis fotografías es
documentar el uso cultural y geográfico del espacio y el lugar de las personas
y comunidades. Piezas más abstractas que pretenden simbolizar conceptos
geográficos que rodean la sostenibilidad, el consumismo, la globalización y el
turismo.”
Para ver el proyecto de Mike Harvey, den click en su nombre.
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