Lo bizarro de lo ordinario


El mundo en el que vivimos está sufriendo constantes cambios. Estamos inmersos en una vorágine donde somos absorbidos por la velocidad del tiempo, por las ciudades y el estrés cotidiano, sea cual sea la fase de crecimiento en la que nos paremos.





La ola de eventos sociales, políticos y económicos nos alcanza aunque permanezcamos en la trinchera más alejada de esta guerra. Sólo basta con prender la televisión para darnos cuenta de que los sucesos mundiales tienen tintes diferentes a lo que ocurría décadas atrás. Las cosas no son como antes.


Las sociedades se ven afectadas por problemáticas focalizadas de acuerdo a su región. El alcance masivo de los medios de comunicación, así como el internet y las redes sociales, nos permiten ser testigos de los eventos en vivo. La generación de los últimos 30 años ha visto guerras, invasiones, catástrofes naturales, meteoritos y un sinfín de hechos.


A muchas personas con problemas de estrés les han pedido que dejen de leer el periódico y que vean los noticiarios nocturnos. Su sueño se ve perturbado por las imágenes con contenidos fuertes. Algunos dirán que no se puede desviar la atención a los problemas actuales, otros critican la crudeza y falta de ética al transmitir imágenes impactantes. En retrospectiva, antes de los años sesenta el crimen no pasaba de un asalto a mano armada, hoy, ese es el modo más ligero de hacerse de los objetos del prójimo.



En un hecho inherente al ser humano, la capacidad de adaptación al medio es sorprendente. Comunidades que aprenden a vivir con la violencia en todas o algunas de sus manifestaciones, polución extrema, escasez de agua, personas en terrenos irregulares, incluso, después de una devastación climática, aprenden a llevar un ritmo nuevo con la falta de servicios básicos.



Todo se ha vuelto surrealista. Quizá esa es una de las causas por la que se llega a decir que los abuelos se espantan con lo que ven actualmente. Lo cotidiano de observar la facilidad con la que se transgrede la ley ya no es nada nuevo, no hay castigos para nadie a menos de que haya un inocente cerca de la escena.



Los caricaturistas o moneros de la prensa escrita tiene un sutil sentido del humor para burlarse de la situación actual, pero no sólo eso, buscan crear conciencia -a veces enojo- de los problemas que afectan a la sociedad.



Sus trazos tienen una denuncia social que aqueja a un país o al mundo entero, hablando de las faltas cometidas por las grandes potencias hacia los países en vías de desarrollo. Los textos son contundentes [cuando los hay], en pocas palabras se transmite un mensaje que bien podría ser un discurso largo.


El dibujo es una forma de expresión que permite plasmar situaciones cotidianas y, en un contexto donde todo puede pasar, se vuelve una herramienta efectiva. Una tendencia es la que se apega a lo bizarro, entendiendo el concepto como algo extraño, extravagante e irreal, que se encuentra alterado de la realidad.



El artista estadounidense Michael Kuo tiene fama por ilustrar el andar de la vida con un sentido del humor ácido, negro y surreal. Figuras humanas y animales llenos de color pero con un mensaje crudo y para nada ajeno.



Gran parte de su trabajo no es cómodo visualmente, ya que presenta situaciones que sabemos que existen pero que no queremos ver o reconocer. Prevalece una vuelta de tuerca donde en una imagen que debería ser plana hay muchas líneas torcidas, como esa pareja que se encuentra en la calle y él tiene la mano dentro de la blusa de ella ante la mirada atónita de un gato.



Sus ilustraciones están cimentadas en temas escabrosos como la delincuencia, el sexo y la melancolía, asimismo, se pueden apreciar carteles sobre tipografías, citas y relaciones amorosas, todo dentro de un ambiente bizarro, muy diferente a lo que imaginaríamos que sería cada uno de estos tópicos.



El mundo de Michael Kuo puede calificarse de absurdo, pero es muy real visto desde el bombardeo diario que padecemos de noticias malas. Esa es la esencia de lo extraño, mostrar una realidad oculta, algo que requiere de un análisis más detallado y que se aleja de la superficialidad informativa.


Acostumbrarse a que en su imaginación un perro es el jefe de la banda de delincuentes no debería tomarnos por sorpresa o que otro can es el que ayuda a su amo a arregelar el motor de su auto, incluso, que dirige los grafitis anarquistas de un punk.


Los animales tienen un peso específico en su obra, principalmente los gatos y perros, pero también por ahí se puede observar un cerdo y un caballo. Kuo irradia su agudeza descriptiva, la cual es admirable, siempre y cuando el espectador no se sienta ofendido.


Para conocer el trabajo de Michael Kuo, den click en su nombre.

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