La preservación surrealista
El reino animal es majestuoso. Las especies conocidas nos deslumbran con
su belleza inigualable. Las diferencias son notables: físico, estructura,
capacidad de razonamiento, incluso, de domesticación.
Por tierra, por aire y por mar estamos plagados de centenares de
animales. Sus características les permiten desarrollarse en su hábitat. Si por
alguna razón son sacados [por lo regular a la fuerza] pocas veces sobreviven, a
menos que se encuentren en cautiverio.
Gracias a los libros, monografías, el internet y los zoológicos
conocemos la diversidad de la fauna, pero sólo son un puñado de lo que debe de
existir en el planeta. Cada día se descubren nuevas especies en las profundidades
de los océanos, anfibios que son ajenos a nuestra realidad, porque la humanidad
aún no es capaz de descubrirlos.
Julio Verne, en su libro de Viaje al Centro de la Tierra, descubre un
mundo fantástico que podría estar muy emparentado con la realidad, pero aún no
se llega hasta esos lugares remotos.
Esa misma excentricidad se vuelve en un elemento negativo para los
animales. Son buscados por los cazadores para obtener un trofeo sin importar la
vida, pero si el prestigio o la foto [que ahora se muestra en las redes
sociales].
Los animales, además de lidiar con su vida salvaje, padecen la diversión
del ser humano, la competitividad ¿deportiva? que erige al amo del arma como
un dios de carne y hueso.
Cuando vemos ese sufrimiento, deseamos que estuvieran en otra situación,
en otro contexto donde no estén en peligro.
Martin Wittfooth es un pintor que cambia los escenarios de diversos
animales. Sus pinturas son surrealistas en la búsqueda de un sueño donde todo
pueda suceder, donde todos logren sobrevivir a pesar de los ataques. Cada
pintura revela lo inimaginable para que el espectador tenga la mente abierta a
algo diferente.
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