Publicidad clásica
Las grandes ciudades tienen una densidad de población elevada, incluso
mayor de lo que podrían soportar. Las cantidad de pies que se mueven por sus
calles es interminable, lo mismo que ojos que miran alrededor, acechando su
contexto con diferentes intenciones.
Y esas miradas son las que busca atrapar la invasión de publicidad que
inunda la vía pública. Estas metrópolis se convierten en el nicho ideal de los
seres llamados mercadólogos que saben que allí el consumismo es lo que vale.
Los carteles montados o pegados en las paredes, los cobertizos en las
paradas del transporte público, los pósters instalados en los camiones y los
espectaculares son formas de llegar al mercado focalizado.
Muchas campañas son atractivas, simples y llamativas, otras están
cargadas de elementos que termina odiando el [ya no] posible cliente. Todo depende
de la estrategia que se implemente, pero lo que es un hecho, es que la
publicidad en la calle tiene buenos dividendos.
Qué pasaría si en esos lugares destinados para el marketing fueran
suplantados por otra entidad que podría ser el polo opuesto del consumismo; qué
sucedería con las personas que no mirarían un producto, sino una obra producto
de la imaginación de un artista.
El fotógrafo y artista callejero Etienne Lavie juega con la ilusión de
tener un mundo mejor y, quizá, más estético con su serie OMG, Who Stole My Ads?
Su intención es reemplazar la publicidad de las calles de París y Milán
por obras de arte clásicas, con la mera intención lúdica de saber cómo
reaccionaría la gente al darse cuenta que les cambiaron los anuncios por algo
que es poco común de ver en la calle.
Su proceso de creación consiste en tomar la fotografía para después
someterla a un proceso digital donde elimina la publicidad y coloca una obra
maestra. Y si quieren conocer más del trabajo de Etienne, den click en su
nombre.
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