Humor negro vintage
Una gran parte de la sociedad quisiera que toda la vida fuera positiva,
que no se presentaran adversidades, que no hubiera problemas de ninguna índole,
que todas aquellas situaciones que los aquejan nunca aparecieran en el
horizonte diario.
Desgraciadamente, sabemos por experiencia que eso es imposible. De
alguna u otra forma surgen retos que se vencen o que logran vencer a las personas, pero
de los que se aprende para afrontarlos de una mejor manera.
Los mexicanos [desconocemos si en otros países sucede lo mismo... bueno, Francia también, más adelante verán porqué] tienen
un remedio infalible para digerir los malos ratos: el humor negro. A través de
acciones verbales o gráficas se burlan de sus propias tragedias que ya no se sabe si es mejor reír o llorar.
En la actualidad, los memes [unidades de información] en las redes
sociales son un buen ejemplo de que en las buenas o en las malas siempre se
tiene un chiste; mofarse de uno mismo o de los demás es una vía de escape ante
situaciones sin remedio a corto o largo plazo.
La controversia que genera el humor negro es innegable. Hay sectores de
la población que lo sienten ofensivo o que se lo toman personal, como el famoso
grito mundialista mexicano “Eeeeeehhhhh putoooo”, fenómeno de la psicología
colectiva que está dando la vuelta al mundo. El otro lado de la moneda son los
que lo toman con filosofía y toleran, incluso se divierten, con las imágenes y/o
textos que conllevan el humor negro.
La polémica se acrecienta cuando los temas aluden a la
muerte, tragedias, sexualidad, racismo, drogadicción, religión, política porque
se piensa que ataca los cánones morales.
El humor negro no es nada nuevo, se ha presentado desde siglos atrás y,
de igual forma, ha sido condenado por las diferentes ligas de la decencia y lo
políticamente correcto.
En 1960 se publicó un libro que echó abajo todos los mandamientos
sociales del buen comportamiento. El responsable fue un artista [en toda la
extensión de la palabra] francés llamado Roland Topor. “Los Masoquistas” fue
una publicación que contenía una serie de ilustraciones de masoquismo puro.
Los trazos representan tendencias de personas que disfrutan de infligirse dolor con diversas herramientas o acciones. El gusto por lastimarse
con algún objeto es el eje catalizador de las ilustraciones de Topor, pero ni
duda cabe, que una sonrisa arrancan al espectador.
Cada imagen podría resultar macabra o rayar en el terror visual, pues
vemos como una persona acostada tiene pintados en los pies un tiro al blanco y
está a punto de dispararse o a otra que va a clavar un clavo con los
ojos vendados.
Situaciones inverosímiles para una lógica que funciona en cualquier
persona que se diga normal, sin embargo, para Roland Topor lo normal es este
surrealismo donde lo increíble se vuelve creíble.
Al observar con detenimiento a sus personajes absurdos, los rostros en
ningún momento demuestran dolor, sino por el contrario, tienen esa normalidad
como la de alguien que se está cepillando los dientes.
Cuentan los historiadores que esta predilección podría deberse a los largos
periodos de depresión que lo aquejaron, poniéndolo al borde de la muerte. Así que una vez más, vemos como los vivos se burlan de la muerte con bastante
sarcasmo.
Realmente es una manera de expresar los malos momentos con chistes como cuando pasó el incendio de San Juanico se burlaban de todos los quemados. Felicidades a Indie Emergente.
ResponderEliminarLas imágenes son de algún libro?
ResponderEliminar¡Hola! Sí, son del libro "Los Masoquistas". Saludos.
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