El gran robo de la publicidad
Hace muchos años hubo una campaña publicitaria que provocó controversia
al grado de que las autoridades tuvieron que intervenir para que se hiciera algo al respecto.
Se trataba de la publicidad exterior de la marca de ropa interior femenina
Wonderbra.
En ella se podía observar a las sugerentes modelos que portaban con
delicadeza y sensualidad la ropa que robó muchos suspiros, y causó múltiples
accidentes viales. Esta fue la razón por la cual tuvieron que intervenir las
instancias legales para regular el uso de este tipo de publicidad.
Los conductores, en su mayoría hombres, se distraían por voltear a ver el
atractivo visual. Ser testigo de cómo le quedaban las prendas a las modelo costó muchas
veces más que si se lo hubieran comprado a su pareja. El arreglo del vehículo
parecía que lo valía con tal de deslumbrarse ante los atributos gigantes. En la
actualidad ya no se pueden ver ese tipo de campañas publicitarias debido a este
hecho.
Por otro lado existen estrategias de campaña con un nivel impresionante que cumplen con su función de informar y vender su producto. Ejemplo de ello es
lo que realiza la librería Gandhi.
De una u otra forma dan cuenta de que el lector mexicano es una especie
en peligro de extinción. Sus mensajes son directos y contundentes, impregnados
de sarcasmo e ironía que provocan un ejercicio de autoanálisis para quienes se
exponen. Si han vendido más libros, sólo ellos lo saben, pero sus
espectaculares son buscados por todos para leer quién será la víctima.
La parte desagradable en muchas ciudades es el exceso de publicidad
exterior. Amontonamiento de espectaculares por las avenidas principales, vallas
publicitarias en todas las obras que están en construcción, personas mostrando
productos en los semáforos, revistas que contienen más anuncios que contenidos
y los parabuses son sólo algunas formas. La contaminación visual que reciben
los ciudadanos se da en demasía.
Y la forma de publicitar productos ha escalado a las nuevas tecnologías
como los espectaculares de led que transmiten el comercial completo o los
vehículos que circulan en caravana con el logotipo de la empresa a promocionar,
incluso, personas que están dentro de vitrinas con cristales transparentes
anunciando el producto.
En ocasiones se tiene el deseo de que no existieran por la cantidad que
hay; donde volteamos, siempre estamos expuestos a algún tipo de publicidad. Pero,
¿qué pasaría si alguien se dedicara a robarse todos estos artículos visuales?
Ese alguien ya existe y se llama Etienne Lavie, es un artista callejero
de Francia y por un buen tiempo se ha dedicado a robarse, o mejor podríamos
decir, a reemplazar la publicidad exterior de las calles de París. Este
proyecto se llama OMG who stole my ads? [Oh por Dios, ¿quién se ha robado mi
publicidad?]
Pero no crean que deja el espacio vacío, sino que lo vuelve a ocupar de
una forma que hasta a nosotros nos agradaría que sucediera en nuestra ciudad:
coloca pinturas clásicas. Así es, cada uno de los huecos son cubiertos por arte,
como una forma de hacer más agradable el andar de las personas.
Con estos actos “ilegales”, Lavie hace una crítica al consumismo que
persiste en la sociedad. Un ambiente cargado de compras y más compras
desproporcionadas que sólo se hacen para elevar un estatus y presumirlo.
Por ello, en un acto de conciencia plena decide robarse la publicidad
para darle un motivo a la gente de ver y vivir por otros temas como el arte. Su
mensaje busca una comunicación sin ninguna pose clasista, sino lo más franca
posible y alejada de la comercialización.
Como podrán imaginar su proyecto es nómada, se mueve rápidamente antes
de que las autoridades entren en acción y traten de retirar su “trabajo”. Nadie
sabe en dónde ni en qué momento hará acto de presencia.
El proyecto, y la esencia de Etienne Lavie, está basada en el escritor,
poeta y filósofo Henry David Thoreau, quien en 1848 publica una conferencia
escrita llamada la desobediencia civil. En este texto explicaba cómo se negó a
pagar sus impuestos por estar en contra de su gobierno que ejercía la
esclavitud.
Con esto, podemos notar que el artista está en contra de lo establecido
teniendo como fin particular que la sociedad no se concentre en una burbuja
de compras que puede provocar la decadencia del ser humano.
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