Pintando sueños de un bebé


Se dice que con el nacimiento del primer hijo, la vida de los recientes padres da un giro de 360 grados. Todo cambia. El ritmo de vida da vuelcos vertiginosos porque la atención radica en el cuidado del nuevo integrante de la familia.


En México, las mujeres tienen un periodo de maternidad de 90 días que ampara la ley. En ese lapso de tiempo es donde comienzan a surgir las raíces afectivas y emocionales entre el pequeño y los padres, además de la necesidad de la alimentación maternal.



Cubrir los cuidados del bebé no es nada fácil. Algunas reciben el apoyo de los familiares, otras tienen la posibilidad de contratar a personas que ayudan con esta tarea y otras más tienen que arreglárselas por si mismas para salir adelante.


Lo que es un hecho indiscutible, es que la llegada de un hijo es un sentimiento inigualable que no se cambia por nada y que vale mucho la pena entregarle el tiempo necesario al primogénito.


Eso sí, en caso de que se pudieran expresar los infantes, se quejarían de los juguetes de sus papás. Esos que hacen un sonido de click y deslumbran a cada segundo, la luz que se aprende y se apaga y que deja viendo círculos luminosos. Así es, hablamos de las cámaras fotográficas y de las que vienen incluidas en los teléfonos celulares.



Cuando está la familia reunida, los papás, los abuelos o los tíos, el bebé se convierte en el objetivo de los paparazzi consanguíneos. La lente de la cámara lo sigue a cada lado que vaya, aunque no camine, brazos donde está hay una fotografía. Se desea registrar toda su actividad, aunque sea el que menos la tiene, pues nada más se dedica a esa vida gozosa de comer, dormir y defecar/orinar.


Aunque las memorias del celular y la cámara estén a tope, siempre habrá quien esté dispuesto a prestar su aparatito y después compartir la imagen en las redes sociales o mandarla por los diversos servicios de mensajería.


Por otro lado, también hay padres que encuentran una alternativa provechosa y divertida a esas horas de convivencia con el pequeño. La mamá, y artista, Amber Wheeler ha tomado ese camino y se ve que se la pasa muy bien -o por lo menos en esos instantes-.



Ella tiene muy poco que dio a luz a un niño y a través de los meses -como cualquier otro padre- ha documentado su crecimiento hasta que se dio cuenta que podría ir un poco más allá.


Lo que hizo es muy simple: lo acuesta sobre un fondo blanco [que seguro debe ser una sábana y en un colchón suave, eso esperamos] y le toma fotografías en picada. El bebé, naturalmente, se mueve para todos lados, patalea, manotea y hace diversas caras. Esto se encuentra grabado y de ahí parte para el siguiente paso que es el retoque.



Por medio de un programa digital y con la aplicación de su creatividad, se dedica a crear sobre él una serie de aventuras fantásticas donde se es el primer actor. Los trazos son sencillos para sobreponer la ropa, los accesorios y el contexto que lo rodea, de esta manera, su pequeño se convierte en el personaje principal de una historia escrita sólo para él.



El proyecto nunca estuvo considerado como tal, sino que inició sólo con las fotografías que irían a parar al álbum familiar, sin embargo, fue tomando forma gracias a las posibilidades de tener argumentos cargados de inocencia y buen humor.

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