Apenas diferentes
El
deseo de tener hijos es algo natural
entre dos personas. Aunque en tiempos modernos es evidente que las parejas retrasan la etapa de
reproducción debido a que ambos buscan tener las condiciones idóneas y una estabilidad emocional y económica para
hacerse responsables de un nuevo integrante de la familia. Además de que un
mayor porcentaje de mujeres buscan ser más independientes y desarrollarse
profesionalmente.
Amigos
cercanos comentan que en realidad nunca se está preparado ni existen las
condiciones ideales para tener un retoño, que el momento adecuado es sencillamente cuando dos personas están seguras de
que desean tener un pequeño o pequeña a su lado y comprometerse a cuidarle.
Lo demás sale porque sale.
Aunque
exista el deseo de formar una familia no siempre
es sencillo conseguir un embarazo. Algunas parejas logran concebir al primer intento, mientras que otras pueden
pasar meses o años intentándolo hasta el grado de someterse a exhaustivos
tratamientos.
Otra
opción es adoptar, habrá quienes no
consideran esta alternativa porque quieren hijos directos, pero hay personas
que piensan que es una buena idea
que al final beneficia a ambas partes, pues se logra el objetivo de ser padres, y no sólo por el simple deseo
de cubrir esa necesidad sino porque tienen el amor suficiente y el compromiso de velar por un pequeño ser.
Y por otra parte, protegerán y proveerán
de cariño y bienestar a un niño o niña que ha vivido en condiciones difíciles, que fueron abandonados o que perdieron a sus padres biológicos.
La
adopción es una medida de protección
que conlleva en proporcionar unos padres
a los niños que carecen de ellos.
Adoptar no debe responder a
pretensiones egoístas de las personas que se sienten solas, de que crean
que un hijo solucionará sus conflictos de pareja, que sanará el sufrimiento de
haber perdido a uno o que llenará el vacío de no poder tenerlos. Bien dicen
que adoptar es un acto de amor y también
de mucha responsabilidad.
No
sólo las parejas que no pueden tener hijos acuden a la adopción. Hay personas que también lo hacen aún
pudiendo tener hijos biológicos, lo que refuerza que es una acción llena de
amor. Tal como lo hizo la fotógrafa estadounidense
Anna Larson, madre de tres hijos, dos
biológicos y una pequeña de origen etíope que adoptó.
Larson
capturó el amor sin límites, sin
condiciones ni prejuicios que se tienen sus hijas Semenesh y Haven
en la serie fotográfica Barely Different [Apenas diferentes].
Dos pequeñas grandes hermanas, amigas,
cómplices que demuestran que no
importa el origen, el color, las condiciones al final todos somos iguales, no hay
distinciones, no tiene porque haberlas.
Después
de que Larson hiciera un voluntariado en Haití donde se encariñó con una niña que estuvo a su
cuidado y que lamentablemente falleció, en ese momento supo que debía considerar la opción de adoptar
para brindarle una familia y una vida mejor a un pequeño.
Anna
planea seguir fotografiando a sus
hijas tal y como son y con el objetivo de que la serie crezca de manera
orgánica junto con ellas. “Es increíble que sean dos personas que
crecieron en lados opuestos del planeta y que existan tantas similitudes
entre ellas, no es el color de la piel lo que nos hace diferentes, es la falta
de unión que procuramos entre nosotros”.
Bellos
retratos en blanco y negro sorprenden
por su calidad visual y su composición, pero sobre todo por la lección que nos dan dos pequeñitas unidas
por el amor y la amistad.
Comentarios
Publicar un comentario