La realidad de los dibujos infantiles.



Un lugar tranquilo donde se respira paz y armonía. La música suena suave. La televisión proyecta las series, películas y deportes favoritos. Un buen día, en ese lugar, todo se desinfecta. Ya no hay música suave, ni televisión. Si lo hay es a un volumen apenas audible. Llega un nuevo inquilino, muy pequeño. Ahora abundan los biberones. Los pañales. El llanto. La leche. Humana o de fórmula. ¿Y la tranquilidad? ¿Y la paz?




Pasa el tiempo. Las sonajas, adiós. Los juguetes que chillan, adiós. Ahora hay cuadernos. Libros para colorear. Lápices. Crayolas. Comienza una nueva etapa. Etapas que no tienen un tiempo definido. Una semana. Un mes. Un día. Dejan de hacer monerías. Están madurando. Los dibujos infantiles. Trazos inteligentes, sí. Ininteligibles, para otros. Son una belleza, sí. Son garabatos, para los cuadrados de mente. Tom tiene dos hijos. Al y Dom. Son dibujantes. Son creativos. Así ven el mundo. Irreal, no. Real, en esencia. Tom reinterpreta. Ama a sus hijos. Los entiende. Sus dibujos se vuelven reales. Están en Instagram. Son Things I Have Drawn.








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