Naturaleza ¿consciente?
En 1993, el grupo de rock mexicano Fobia lanzó su disco Leche que contenía el sencillo
“Los Cibernoides”, criaturas de colores, principalmente anaranjado, que venían
a conquistar el mundo implantando su cultura como llave de la felicidad.
El año pasado la cadena HBO estrenó la espectacular serie Westworld,
mezcla de ciencia ficción con el oeste plasmada en un parque temático creado
para la diversión de los humanos. Lo interesante es que los anfitriones,
robots creados para satisfacer las exigencias de los invitados, comienzan a
generar conciencia, lo que supone un peligro para la humanidad.
Estos ejemplos y cientos más existen en la literatura, el cine y la
televisión que se apegan al género de la ciencia ficción. El hombre tiene la
plena curiosidad, o quizá la necesidad, de saber cómo sería el mundo cohabitado
por seres con inteligencia artificial.
El temor de que ese desarrollo tecnológico supere la programación humana también está latente. Una visión donde
los robots esclavizan al hombre es un tema escabroso, pero también fantástico.
Algo es seguro: la humanidad no está preparada para ese acontecimiento.
Hasta este punto, la tecnología es la vía para la creación de estos
seres, sin embargo, qué sucedería si en el lugar menos pensado surgieran
humanoides constituidos por elementos naturales.
El artista japonés Nagato Iwasaki juega con está hipótesis y lanza una
colección de esculturas hechas con la madera que queda a la deriva en los
lagos, ríos y bosques, construyendo seres antropomorfos de aspecto asombroso,
tal vez terrorífico.
La serie Torso guarda una similitud con la marcha de los zombis. La
sensación que produce el mirarlos de pie y con una postura de querer caminar en
cualquier momento nos llevaría a pensar en un escenario indeseable donde
seríamos atacados por los caminantes de madera.
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