El perro después del divorcio


Uno de los sucesos más desafortunados de la vida en pareja es la separación. El divorcio es un proceso doloroso y, en algunos casos, costoso.



Se supone que la unión de dos personas, civil y religiosa, es para siempre porque así se decidió. La planificación es mutua, el crecimiento personal y profesional está cimentado en el apoyo mutuo. La frase “y vivieron felices para siempre” es el estandarte. El matrimonio es único, por lo menos esa es la visión que viene implantada en el chip social.



Las cuestiones que llevan a una pareja a tomar la decisión son diversas, es más, son incontables. Quienes han atravesado por este pasaje tienen interpretaciones diferentes de cómo se fueron desarrollando las situaciones. Es más, con el paso del tiempo, ellos mismos siguen sin entender qué fue lo que pasó.



Hay divorcios “civilizados” y conflictivos. Las causas son distintas y las consecuencias pueden llegar a ser impredecibles. Probablemente muchas personas piensen que el primer caso es imposible: nadie puede divorciarse sin estar en conflicto. Se puede hacer, pero es el camino más doloroso. Separarse de alguien a quien amas es un reto difícil de sobrellevar.



El camino del conflicto parecería ser la vía más fácil, se pasa del amor al odio en un periodo de tiempo indefinido. Quizá sea más sencillo alejarse de la pareja porque se le ha dejado de querer, a diferencia del caso anterior. Las disputas llevan a un desgaste emocional y sentimental que se encauzan hacia vertientes de un solo sentido. El regreso y los reintentos ya no son suficientes.



Y existe un hecho más complicado: la ruptura cuando hay hijos de por medio. Ya no es únicamente el dolor personal, sino el alcance que tiene el hecho para los hijos. Las repercusiones psicológicas, económicas y sociales pueden devastar a cualquier pequeño. Los sentimientos de todos los involucrados se encuentran en estado de shock y en el corto plazo nadie tiene la receta perfecta para sobrellevar la disolución familiar.



Terminar una relación no es sencillo. El reparto de los bienes adquiridos es otra tarea con grado de dificultad y los daños colaterales alcanzan hasta a las mascotas.



Este es el caso del ilustrador brasileño Rafael Mantesso que al divorciarse se quedó con Jimmy Choo, un bull terrier que por su aspecto físico llama la atención: la forma de su cabeza y los ojos triangulares.



Jimmy Choo se convirtió en uno de los escapes de Rafael. En sus primeros instantes de soledad humana se refugió en su perro al que poco a poco fue convirtiendo en el personaje principal de su creatividad artística.



Rafael aprovecha los momentos de descanso de su amigo sobre el piso blanco de su departamento para retomar su imagen y agregar elementos curiosos y divertidos a su alrededor. Las poses tampoco pueden faltar.



Su protagonismo lo ha llevado a caracterizar a Ray Charles, formar parte de la banda Kiss, convertirse en reno, ser una vaca o unirse al movimiento punk. Cada una de estas imágenes se encuentra en el libro A Dog Named Jimmy.



Si quieren ver más de Rafael Mantesso, den click en su nombre.

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