¡Ay mijito!
La mayoría de mis amigas y las parejas de mis amigos [y por ende mis amigos] ya
comenzaron a traer más vida a este mundo, sobrepoblando el planeta con sus
criaturas. Esa estirpe que viene a suplantarnos con mejores propuestas globales… o al
menos eso espero.
Las pláticas sobre las borracheras, las pachequeces, la juerga, las y los amantes, las y
los novios, los viajes de “mochilazo” y toda esa parafernelia que incluye una
vida de soltera y soltero han pasado a la historia. Lo de hoy son los diálogos sobre
los nenes.
En las reuniones desaparecen poco a poco las botellas de vino y cerveza, como si fuera el Triángulo de las Bermudas, para dar paso a los biberones,
chupones, sonajas, toallitas húmedas y pañales. Eso sí, el ruido producido por
las charlas, las risas y la música siguen, hay que acostumbrar a los chiquillos, nada
de silencio.
En lo que todos coinciden es que su vida ha cambiado radicalmente con la
llegada de su retoño; la mayoría para bien, pero no falta quien parece que le
pusieron en la espalda un bulto de cemento Cruz Azul con todo y sus 17 años sin
ser campeones. No creo que sea para tanto, “al final del día” [como dice mi
querida Lore, madre de dos criaturas] son una extensión de nosotros mismos que más adelante tomará su propio sendero.
Los hijos son el reflejo de los padres, pienso que hay que entender que
son como la arcilla, se pueden moldear y encaminar por rutas más productivas,
alejados de esos papás que se la pasan tirando la weva, insultando a la esposa, a los peatones y automovilistas o hablando mal de los demás. Eso será el acto reflejo de sus
herederos.
Las excepciones a la regla también existen. Hay ocasiones en que los
padres “son un pan de Dios”, como dicen las abuelitas al referirse a las
personas rectas, cordiales, amables, y los hijos son algo más que hiperactivos.
Con todo y la educación que se les inculca, no dejan de dar lata.
La destrucción masiva del hogar es latente: platos, vasos, floreros,
camas, roperos, clósets y hasta las mascotas sufren el embate infantil sin
piedad ni misericordia. Ahí es cuando los padres realmente sufren, sin embargo,
su amor es más grande, razón por la cual sacan las reservas de paciencia y
tolerancia.
Las llamadas y recados de la escuela se vuelven constantes. Los reportes
se coleccionan como si fueran las estampas del álbum Panini de los Mundiales de
futbol, el cuadro de honor se ve muy lejos y ni pensar que formarán parte de la
escolta, serían capaces de echar a volar al águila y hacer reptar a la
serpiente.
Como este tipo de ambientes son los que plasma la fotógrafa
estadounidense Danielle Guenther en su serie Best Case Scenario. Una colección
de imágenes que para los solteros y sin hijos podría ser absurda y exagerada,
pero para aquellos que los tienen son escenas cotidianas.
Hay una antología de padres preocupados, sobresaltados, cansados,
enojados, papás que dejan a las mamás con “todo el paquete”, confusiones
alimenticias, situaciones extremas para contestar el teléfono celular y
circunstancias extremas donde se corre el riesgo de una lesión por una caída.
Si quieren conocer más del trabajo de Danielle Guenther, den click en su
nombre.
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