Todo afuera, sus pertenencias
Cuando
se empieza a entrar en una etapa de la vida donde las personas se tienen que
hacer de sus propias cosas -como dicen los padres y los abuelos- o, en otras
palabras, cuando la independencia del seno familiar, en diversos ámbitos,
empieza a ejercer su derecho de piso, la adquisición de bienes es un síntoma
inequívoco de que ya está sucediendo.
La
recaudación de dinero cuando aún se pertenece a una familia viene de diferentes
partes: el ahorro, trabajos pequeños o no tanto, realización de tareas de índole
remunerada u otras más. En una edad más avanzada, ya lejos del hogar, la adquisición de capital viene
por un trabajo estable y remunerado.
Una
vez que se tienen monedas viene la parte que a todos satisface: la compra de
los objetos que han sido anhelados o necesitados durante mucho tiempo. La televisión, el
equipo de sonido, los gadgets, el auto, la ropa, los perfumes, los relojes y un
sinfín de aditamentos que servirán para adornar el espacio donde se vive, ya
sea la recámara, el lugar que se renta o su propio departamento o casa. Otros
más deciden invertirlo para adquirir un bien inmueble, que a la larga es la
mejor inversión, pero que también necesita vestirse con muebles y enseres del
hogar para ser habitable.
El tipo
de objetos que se compran para el hogar tienen el fin de otorgar confort a
quienes ahí habitan. Si se tiene una entrada de efectivo aceptable, los artículos
llegarán al por mayor, por otro lado, si la percepción monetaria es
mínima, las cosas serán más sencillas, pero no por ello se coqueteará con el
mal gusto.
Para
nadie es un secreto que las personas gozan de una curiosidad, en buen estado de
salud, por conocer cómo son las casas de los demás. En primera instancia, saber
en qué zona vive, después viene la inspección de la fachada, pero el fisgoneo
que adquiere proporciones equivalentes a los metros cuadros de la propiedad es
averiguar que hay dentro.
Los interiores
suelen ser diversos. Casas con mucha o poca luz de acuerdo a la cantidad y
longitud de las ventanas. El color de las paredes es un símbolo de la tendencia
que tienen los habitantes. Los muebles clásicos o vanguardistas son otro
síntoma de las condiciones que ahí se respiran. Otros más se fijan si existen
fotografías, cuadros o algo que expongan a la familia que habita ahí.
Pero qué
pasaría si de repente alguien llega a la casa de un amigo y sus cosas, sus
pertenencias, todas, están afuera. Seguramente lo primero que se pensaría es
que ha llegado el casero y lo ha echado de ahí por la falta de pago en la renta
o que ha aparecido el gobierno local para expropiarlo porque sucedían cosas ilícitas
o quizá ocurrió algo que no tiene nada que ver con lo negativo.
Una situación
similar fue la que vivió el fotógrafo chino Huang Qingjun al recorrer el vasto
territorio de su país por más de una década para captar a cientos de
familias con todas sus pertenencias con las que viven, serie a la que llamó
Jiadang o Family Stuff.
Qingjun
realizó una extenuante labor de convencimiento con las familias para persuadirlos
de sacar todas sus pertenencias y posar para su cámara en actitudes que se
alejan del estereotipo de imágenes de opulencia que acostumbran mostrar los
gobiernos en sus campañas o las revistas. En un principio no entendían lo que
él quería, sin embargo, al ver la foto que les había tomado, sabían de qué se
trataba su intención.
En los
cuadros que nos presenta podemos observar que en la era de la modernidad en la
que la tecnología permea gran parte del espectro de los hogares, las familias
chinas viven sin ello y con cosas básicas para la supervivencia, eso sí, en
algunas fotografías no puede faltar la antena parabólica, y eso no sólo sucede
por aquellos confines, en México, basta desplazarse a las regiones rurales que
uno pensaría son de las más pobres, para ver con admiración como en los techos
de las casas también las hay.
Gran parte
de las regiones que visitó Huang se encuentran alejadas de las zonas urbanas, y
eso se puede notar en el tipo de objetos que tienen y muestran a todo el mundo.
De hecho, muchos de los habitantes viven ajenos a los ajetreos y avances que
tienen las grandes ciudades.
Su
empeño por fotografiar las condiciones sociales de su país surgió desde que era
joven y fue a través de la admiración de uno de sus tíos que decidió dedicarse
a esta labor. A los 18 años compró su primera cámara fotográfica y de inmediato
se convirtió en el objeto de más valor en su hogar.
El mostrar
todas las pertenencias de estas personas tiene la intención de
comprobar que hay regiones de China que tienen carencias y otras no, esa fue una
ventaja para el fotógrafo. A lo
largo de los años, Huang Qingjun fue testigo de varios cambios en los pueblos
que visitó, y se dio cuenta que las personas mayores, sobre todo los padres de
familia, ya están más preocupados por brindarles una mejor educación a sus
hijos, así como en tener coberturas de salud para una esperanza de vida más
larga, lo cual representa un problema por su lejanía de las ciudades.
El autor
manifiesta que “de las posesiones que usa cada familia en su vida diaria, se
podrán dar una buena idea de los niveles reales de los chinos”.
Que las personas no tengan cosas no significa que pasen hambre
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